antonio_f
Criador Federado
Registrado: 15 Sep 2009, 13:19 Mensajes: 5581 Ubicación: Almería nº C.N. f-702
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Perdone, usted, si le digo la verdad
Siempre blandimos en nuestra más cercana infancia y adolescencia un sentido de la honorabilidad que estaba, evidentemente, acorde con nuestros sueños y con nuestros mundos más secretos, y que no estábamos dispuestos a abdicar. Pasado el tiempo, ese código tácito que firmamos con la sangre de nuestros sueños, se empezó a diluir cuando empezamos a contabilizar el valor del dinero. Sí, fue así. Dejamos a un lado las quimeras y las utopías en el momento justo en el que empezamos a contar en verde. He ahí, quizás, el mito de las puñaladas por la espalda. Las bajadas de pantalones, respectivas, sin más, a costa de lo que sea. Quizás, por eso siempre se me ha venido a la cabeza la frase: "Perdone, usted, si le digo la verdad". Y es que, de una manera u otra, hemos aceptado que todo aquel que nos lleva la contraria o todo aquel que nos dice lo que piensa, debe siempre de estar en contra de nosotros. Sí, es así. En cierta manera, me sorprende como, de una manera u otra, hemos aceptado que por imperativo legal y personal ( sobre todo, para salvaguardar nuestro ego y nuestro amor propio) nadie puede estar en contra de ese mundo que hemos creado a nuestra justa medida, aunque haya sido bajo las premisas de una mentira o, lo que es peor, aunque esa persona vaya en contra de un mundo que ni uno mismo es capaz de creer. Sin embargo, debo de reconocer que existe en lo más profundo una necesidad de no traicionarme. Es uno de esos impulsos que hace mirar siempre a la cara a aquellos con los que hablo. Es la razón que hace que no tenga miramientos a la hora de decir lo que pienso, aunque sea a costa de tragar y más tragar. Aunque a veces me encuentre en una encrucijada por hablar más de la cuenta. Pero, confieso, que no me importa. Acepto mi punto débil. Me resigno a la crónica de una muerte anunciada. A veces, reconozco, que no existe otra opción (nadie me enseñó a mentirme a mí mismo). Sin embargo, pienso que a estas alturas ya no tengo otra alternativa. Que si no fuese así, quizás, este comentario, como otros, nunca habrían sido escritos. Y sobre todo, porque si alguna vez se me pasase por la cabeza contar o escribir algo en lo que no creyese de verdad, sin duda alguna, ese día sería el último en el que siguiese comentando.
_________________ La muerte, es la inventora de dios.
José Saramago.
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