lali
Registrado: 23 Feb 2011, 11:08 Mensajes: 240
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Olegario V. Andrade
EL CONSEJO MATERNO
Ven para acá, me dijo dulcemente mi madre cierto día, ( aún me parece que escucho en el ambiente de su voz la celeste melodía).
Ven y dime qué causas tan extrañas te arrancan esa lágrima, hijo mío, que cuelga de tus trémulas pestañas corno gota cuajada de rocío.
Tú tienes una pena y me la ocultas: ¿no sabes que la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes? Ven para acá pilluelo, que con un par de besos en la frente disiparé las nubes de tu cielo.
Yo prorrumpí a llorar, -Nada le dije, las causa de mis lágrimas ignoro; pero de vez en cuando se me oprime el corazón, y ¡lloro!..
Ella inclinó la frente pensativa se turbó su pupila. y enjugando sus ojos y los míos, me dijo más tranquila:
Llama siempre a tu madre cuando sufras que vendrá muerta o viva: si está en el mundo a compartir tus penas, Y lo hago así cuando la suerte ruda como hoy perturba de mi hogar la calma: ¡ invoco el nombre de mi madre amada, y entonces siento que se ensancha mi alma
_________________ No te tomes la vida tan en serio, a fin de cuentas, no saldrás vivo de ella.
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lali
Registrado: 23 Feb 2011, 11:08 Mensajes: 240
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Re: Olegario V. Andrade
LA VUELTA AL HOGAR
Todo esta como entonces La casa, la calle, el río, Los árboles con sus hojas ¡Y las ramas con sus nidos
Todo está, nada ha cambiado, El horizonte es el mismo; Lo que dicen esas brisas ¡Ya otras veces me lo dicho!
Ondas, aves y murmullos Son mis viejos conocidos, ¡Confidentes del secreto De mis primeros suspiros!
Bajo aquel sauce que moja Su cabellera en el río. ¡Largas horas he pasado A solas con mis delirios!
Las hojas de esas achiras Eran el tosco abanico Que refrescaba mi frente Y humedecía mis rizos.
Un viejo tronco de ceibo Me daba sombra y abrigo, ¡Un ceibo que desgajaron Los huracanes de estío!
Piadosa una enredadera De perfumados racimos, ¡Lo adornaba con sus flores De pétalos amarillos!
El ceibo estaba orgulloso Con su brillante atavío; ¡Era un collar de topacios Ceñido al cuello de un indio!
Todos aquí me confiaban Sus penas y sus delirios; Con sus suspiros las hojas, Con sus murmullos el río.
¡Qué triste estaba la tarde Las última vez que nos vimos! Tan sólo cantaba un ave En el ramaje florido.
Era un zorzal que entonaba Sus más dulcísimos himnos, ¡Pobre zorzal que venía A despedir a un amigo!
Era el cantor de las selvas, La imagen de mi destino, Viajero de los espacios, ¡Siempre amante y fugitivo!
“¡Adiós!“ parecían decirme Sus melancólicos trinos; “Adiós, hermano en los sueños! ¡Adiós, inocente niño!“
Yo estaba triste, muy triste! El cielo oscuro y sombrío, Lo juncos y las achiras Se quejaban al oírlo.
Han pasado muchos años Desde aquel día tristísimo; ¡Muchos sauces han tronchado Los huracanes bravíos!.
¡Hoy vuelve el niño hecho hombre, No ya contento y tranquilo: Con arrugas en la frente Y el cabello emblanquecido!
Aquella alma limpia y pura Como un raudal cristalino ¡Es una tumba que tiene La lobreguez del abismo!
Aquel corazón tan noble, Tan ardoroso y altivo, Que hallaba el mundo pequeño A sus gigantes designios,
¡Es hoy un hueco poblado De sombras que no hacen ruido! ¡Sombras de sueños, dispersos Como neblina de estío!
¡Ah! Todo está como entonces: Los sauces, el cielo, el río, Las olas, hojas de plata Del árbol del infinito.
Sólo el niño se ha vuelto hombre Y el hombre tanto ha sufrido, ¡Que apenas trae en el alma La soledad del vacío!
_________________ No te tomes la vida tan en serio, a fin de cuentas, no saldrás vivo de ella.
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